Humildad



Alma humilde como el mar

Jesús ha venido a instruirnos, a decirnos cómo lograr el arte de vivir. Déjense instruir por mí, que soy manso y humilde de corazón, nos dijo. El humilde simplifica su existencia y la de los demás, logrando algo de capital importancia: ser amado por los santos, por los ángeles, por María y por el mismo Dios. ¡Ah!: y por los que están en su entorno.



Humildad y conocimiento propio

Aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para sus almas. Jesús revela que el verdadero descanso proviene de la humildad, dejando que sea Dios quien conduzca nuestra vida. Aprovechar las humillaciones, sabiendo que Dios las envía precisamente para que crezcamos en humildad.



Humildad y rectitud de intención

Nuestro corazón es un campo de batalla. La disputa se plantea entre el amor a Dios y el amor propio. Vivir del amor de Cristo o de mi egolatría. No son compatibles: se anulan uno al otro. Señales que da san Alfonso María de Ligorio para advertir la intención recta en el actuar: no turbarse cuando no se alcanza lo que se buscaba, no buscar la aprobación o el agradecimiento de los demás, etc.