Muerte



2 de noviembre

Muerte como peregrinación

Cada año recordamos nuestro deber de vivir una particular obra de caridad: rogar por los difuntos. Cada año la lista es mayor, y un día la engrosaremos nosotros. Vivir cara al final, sabiendo que “a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con Él” (I Tes 4, 14). Nuestra ilusión del encuentro nos llevará a crecer cada instante en el amor.



2 de noviembre

Preparación para la muerte

San Alfonso escribió un libro titulado “Preparar la muerte y la eternidad”, que consta de 33 meditaciones. En la primera, presenta para nuestra reflexión la dramática imagen de un cadáver. Y de ahí parte para animar a “preparar la propia muerte”. ¿Cómo? Aprovechando el tiempo para crecer en el amor, haciendo penitencia y ofreciéndola cada día en la Santa Misa.



Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor

Promesa del Apocalipsis: si morimos con el Señor, seremos bienaventurados. Preparemos nuestra muerte, ya que se trata del evento esencial de nuestra vida. Alimentemos la ilusión por el encuentro. Atendamos, de manera especial, el modo de envejecer: cada día tendría que ser mayor mi amor a Cristo, evitando cualquier sucedáneo que me impida afrontar ese encuentro.