Cruz



Acuérdate de la Cruz

El que quiera venir en pos de Mí que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga (Mt 16, 24). Guardemos bien en nuestra memoria esta invitación del Señor. Porque de otra manera nos quedaremos varados: no es posible conservar la propia vida y no perderla. El camino del Siervo de Yahvé es también el de todos los que quieran ir en su seguimiento. Amar la cruz que Dios dispone para cada uno es una gracia que hemos de anhelar



Gloriarse en la Cruz

Nuestra gloria, como la de san Pablo, ha de ser la Cruz de nuestro Señor Jesucristo. De ahí brota toda gracia: tener el sexto sentido de descubrirla, porque tengo la fe de asociarme en ella a Jesucristo: “Donde Yo estoy, ahí estará también mi servidor”. El que es de Cristo, entiende que ese es también su destino.



Sangre derramada: amor a la Cruz.

La Misa votiva de la Preciosísima Sangre de Cristo suele celebrarse los viernes. Nos recuerda la verdad sobre la que gira toda nuestra religión: somos salvados por el derramamiento de la Sangre. Su eficacia es, por tanto, infinita, y revela también un infinito amor. Es el signo que invita a derramar también nuestra sangre, a ser generosos en la entrega a través de la mortificación constante.