Amor a Dios



Que Dios sea amado

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos será saciados. Bienaventuranza que solo se colmará en la eternidad, porque esa hambre y esa sed debe ser siempre creciente en la tierra. ¿Y cuál es la primera justicia? La de que Dios sea amado. ¿Nos duele que no lo sea? ¿Y la segunda justicia? Nuestra hambre y sed de santidad.



Dios ama pues es Amor

San Juan recoge en su Evangelio una de las más maravillosas revelaciones: la del Amor infinito con que Jesús nos ama. Aun sabiendo que nunca abarcaremos del todo la comprensión de tal verdad, creerlo nos llenará de paz. Y nos llevará a la correspondencia, tal como pide Jesús mismo: “Permanezcan en mi amor”.



Consagrarse al amor

Busquemos profundizar en un concepto religioso muy hondo: “consagración”. Viene a decir que algo terreno se hace sacro. Su antónimo sería la profanación, empleando lo sagrado de manera terrena. San Josemaría hizo cuatro consagraciones, una de ellas al sagrado Corazón de Jesús. Es una consagración al Amor, una especie de pacto en el que decimos: “yo me dedico a amarte y a hacer que seas amado. Tú me darás cuanto necesito para hacerlo”.