Santísima Trinidad



Santísima Trinidad: principio y fin.

En la Solemnidad de la Santísima Trinidad agradecemos y adoramos a la trinidad de Personas en la Unidad de sustancia. Nos alegra conocer que Dios no es un ser solitario, encerrado en su propia grandeza, sino que es familia, es amor eternamente fluyendo de una Persona a otra. Y, desde la creación de seres racionales, ese amor fluye también a nosotros. Le damos gloria a la Trinidad, gloria que le niegan las otras religiones monoteístas, y que le niegan también tantos católicos para los cuales la Trinidad es irrelevante.



Trinidad en ti

“La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes”. Maravilloso deseo de san Pablo; en realidad, nada mejor podríamos anhelar. Pero que lo creamos y lo saboreemos, porque los dogmas de fe no terminan en el enunciado, sino en la realidad. Sabernos y sentirnos “habitados”, tratando a cada una de las Personas divinas que nos ha visitado.



No estamos huecos por dentro

¿Por qué se nos ha revelado la existencia de la Santísima Trinidad? Porque de no conocer esa verdad, no podríamos afirmar la esencia de Dios, que es el amor. ¿A quién amaría, si no, antes de la Creación? Agradezcamos conocer el más profundo de los misterios. Gocémonos al saber, no como una fantástica ilusión sino como una verdad de fe, que Dios vive en lo más hondo de nuestro ser.