Las pruebas invitan a la conversión
Nuestra vida es una peregrinación, como la de Israel por el desierto. Dios envía a su pueblo constantes pruebas “para que no se olviden del Señor su Dios”. Lo mismo hará con nosotros, instruyéndonos a base de penas y alegrías en este viaje que desde la esclavitud del pecado nos conduce a la tierra que “mana leche y miel”, es decir, a la eternidad. Nada que procede de la Mano de Dios ha de parecernos “horroroso”, pues su origen es el Amor infinito.