Maternidad



1 de enero

María, Madre de Dios y nuestra.

El fin de un año nos recuerda la caducidad de la vida: nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. Pero también nos hace ver que, en Dios, todo empieza. Él es el Señor del tiempo, Y la Iglesia nos invita a que este sea un tiempo nuevo porque María nos gesta en su vientre, para que seamos Cristo. No hay una fiesta de “María, madre de los hombres redimidos”, porque está implícita en la de hoy. Somos sus hijos porque es la Madre del Verbo encarnado.



1 de enero

La Madre de Dios nos acompaña en el Año Nuevo

Es un don de Dios poder arrancar el año con este maravilloso pórtico: el principal de los dones de María: ser Madre de Dios. Y lo maravilloso es que también es nuestra madre. Entra con delicadeza en todos los ámbitos de mi vida, y me colma de luz, me alegra la existencia, me protege, me cura, me alienta. Ella nos acompaña en el proyecto de Dios, que no es otro que divinizarnos.



1 de enero

La Maternidad Divina ilumina el año que comienza

Un detalle de la Providencia de Dios que empecemos el año civil con la principal prerrogativa de María. Como si Dios nos dijera: proyecta todo tu año desde el vientre que engendra a Dios y te engendra a ti. Tú también te divinizas en ese vientre, y tu relación con María, el amor que te tiene, es mucho más grande de lo que te imaginas. Te ama como ama a Jesús, y ese espacio de amor que te envuelve ilumina cada uno de tus días en el proceso de cristificación.