Que nadie se condene
La pasión y muerte de Cristo, tan terribles, manifiesta su gran deseo de que nadie se condene. Es espantoso el peligro de la soledad absoluta, el estado de auto exclusión de Dios. Jesús lanza continuas advertencias. Y cuenta con nosotros para ayudar a los que están en riesgo de condenación. Es la tarea más importante que podemos hacer sobre la tierra: llevar almas a Jesús. Oración, mortificación, ejemplo… y tratar alma por alma.