Bienaventurados los pacíficos
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9). Gran promesa: seremos reconocidos como hijos de Dios si tenemos la paz y la comunicamos. Es la herencia del Señor, y su asentamiento en el alma implica muchos años de centrar en Él nuestra mirada. Al fin y al cabo, todas las turbaciones las origina la soberbia. Con la paz, lograremos un planteamiento positivísimo de la vida espiritual.