De la caridad a la fraternidad
La parábola del Buen Samaritano nos habla de la universalidad de la caridad: todo aquel que se vea requerido de auxilio es candidato para ser ayudado. Pero, al decir de san Pablo, “hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe” (Gal 6, 10). La caridad bien entendida empieza por los hermanos, en múltiples detalles: desde el saludo, la hospitalidad, el servicio o la oración de unos por otros.