Contrición, Confesión
La parábola del fariseo y del publicano nos recuerda una verdad: somos pecadores, y reconocerlo nos sitúa en la verdad y en el camino de la gracia: ¡nos justifica! Reconocer nuestro pecado es liberador, descargándonos de pesos inútiles. Ejercitarnos a través de la confesión clara, contrita, concisa y completa.