El Espíritu Santo santifica
Al principio de la Creación el Espíritu de Yahvé vivificaba las aguas. En la Encarnación, fecundó el vientre de María, y en Pentecostés descendió sobre los príncipes de la Iglesia. Volverá sobre nosotros para santificarnos y para que colaboremos en la santificación de otros. A veces nos da aldabonazos, a veces es una suave brisa, pero siempre es imprescindible para ir adelante.