Recuerda tu dignidad de hijo de Dios
En una aldea perdida de Galilea, una joven doncella aguarda con expectación la venida del Mesías. Dios lo había dispuesto todo maravillosamente, haciéndola Inmaculada. El Verbo de Dios se hace carne y sangre, como uno más de la estirpe de Adán. Para que nosotros seamos hechos hijos de Dios. Esa es nuestra identidad. Por encima del ser, del saber o del tener, incluso por encima de nuestros logros espirituales. El Padre nos ama porque nos ve en su hijo.