El prodigio de ser hijo de Dios
Revela el libro del Génesis que Dios se paseaba por el paraíso al viento de la tarde (3, 8). Conversaba familiarmente con Adán y Eva porque el hombre fue creado para participar de la intimidad divina. Esa verdad, el misterio oculto por los siglos, permaneció velado hasta la Encarnación. En ella se despliega ante nuestros ojos el grandioso proyecto divino: hacernos partícipes, en Cristo, de la misma naturaleza de Dios.