Amor a Dios



Hambre y sed de amar a Dios

Jesús en el discurso de las bienaventuranzas no distingue entre el Cielo y la tierra. Algunas tienen su premio aquí y otras allá. La de hambre y sed de justicia solo se saciará en el Cielo: aquí siempre puede aumentar. Una manera de medir esa hambre y esa sed es nuestro deseo de la Eucaristía.