Deseo central: justicia para con Dios.
La bienaventuranza que habla del hambre y sed de justicia se refiere tanto al deseo de que Dios sea amado como al afán de la santidad personal. Habla, por tanto, de aquello que constituye el principal de los deseos del corazón humano, aquel que centra y determina el sentido de todos los demás. Ese deseo puede extinguirse por la falta de oración y por el desánimo.