Salvar almas es la tarea
Jesús nos invita a ubicar el temor verdadero: el de la perdición del alma. No temamos a quienes matan el cuerpo, sino a quienes pueden enviar el alma y el cuerpo a la condenación eterna. ¿Por qué nosotros tenemos la conciencia de ese peligro, y tanta gente no la tiene? Eso supone una responsabilidad: hacer surgir en todos los hombres la conciencia de eternidad, el deseo de salvarse.