Transformación en Cristo



Alianza de sangre

Los judíos no aceptaron a Jesús y cometieron el grave pecado de incredulidad. Para rescatarlos, Jesús se los echa en cara, pues eran su pueblo de alianza. Esa alianza se establecía por la descendencia carnal, es decir, por la sangre. Su nueva alianza es también de Sangre, pero con mayúscula: la de Cristo, que al recibirlo en la Eucaristía nos hace consanguíneos suyos.