Pureza de corazón



Con los labios o con el corazón

La liturgia de la palabra del domingo XXII (cae el domingo 2 de septiembre) del tiempo ordinario, ciclo B, presenta el pasaje de los fariseos que cuestionan a Jesús sobre la purificación legal. El Señor va al fondo: les pide la pureza del corazón. La solución no es reprimirlo, sino hacer que siempre ame. El capítulo “Corazón” de Camino nos abre muchos horizontes.



Limpiar lo hondo

Fórmulas para ser santos: las bienaventuranzas. Una de ellas, la sexta, nos habla de la pureza del corazón. Evitamos con ella el riesgo del formalismo: lo externo da buena apariencia pero sin cambios de lo profundo. Los que tienen el corazón limpio descubren a Dios en todo.



La felicidad viene de un corazón limpio

Los hombres estamos hechos para la felicidad. Nadie, en su sano juicio, negaría que lo que anhela es eso: ser feliz. Jesús dijo que deberíamos tomar nuestra cruz para seguirlo, pero jamás dijo que nuestro destino era la infelicidad. Y nos dio las ocho fórmulas para conseguirla: las bienaventuranzas. Comencemos analizando la primera: la pobreza de corazón, que nos lleva a tener, ya desde aquí, el Reino de los cielos incoado.