Paz interior



Bienaventurados los pacíficos

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9). Gran promesa: seremos reconocidos como hijos de Dios si tenemos la paz y la comunicamos. Es la herencia del Señor, y su asentamiento en el alma implica muchos años de centrar en Él nuestra mirada. Al fin y al cabo, todas las turbaciones las origina la soberbia. Con la paz, lograremos un planteamiento positivísimo de la vida espiritual.



Paz y alegría

Jesús nos invita al abandono en la Providencia del Padre celestial. Si realmente creyéramos sus palabras, jamás perderíamos la paz. Junto con la paz, llega la alegría, frutos ambos del Espíritu Santo, que son inseparables del amor.



No pierdas la paz

Bienaventurados los pacíficos… Quizá no consideramos mucho esta bienaventuranza. Y tiene como fruto el reconocimiento de los tales como hijos de Dios. Un gran bien, una herencia del Señor que, si la perdemos, podremos recuperarla cuanto antes volviendo a poner en Él nuestra mirada. Analizar nuestro mundo interior para que se llene solo de lo positivo.