Confesión




Alegría del perdón

En el Cielo hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan penitencia. ¿Hay alguien sobre la tierra que perdone con esa alegría? Es la misma Sangre del Cordero la que nos lava: eso es el sacramento de la Confesión, y esa Sangre es capaz de hacer que desaparezcan todos los crímenes.



Reconciliate con Dios

Si es importante en las relaciones humanas curar los desaguisados, mucho más en las divinas. Al pedirle perdón a alguien que hemos ofendido, se restablece la concordia. Lo mismo con Dios: curamos las heridas que le causamos con nuestros pecados, a través del maravilloso medio –sagrado– que nos ha dejado en el sacramento de la reconciliación.



Restañar las heridas

Ante el paralítico que es descendido por el techo, Jesús manifiesta su ansia de perdonar los pecados. Apreciemos el gran don del sacramento que restaña las heridas que causamos a nuestra relación con Cristo. Más ahora, que la confesión no goza de amplia aceptación. Asumamos, como Cristo, los pecados personales y ajenos, para desagraviar.