Agosto



8 de agosto

Ser consolado y consolar

El que sufre reclama consuelo. Y nosotros sufrimos la pena de la ausencia. En la carta a los Colosenses, san Pablo nos desea que seamos consolados en nuestros corazones. Lo maravilloso del asunto es que, al ser consolados por Cristo, podemos nosotros consolarlo a Él. La sed de Dios arranca de sus mismas profundidades. El tesoro está dentro de cada uno, porque ahí podemos realizar el encuentro y la unión.



9 de agosto

Imita la compasión de la Verónica

“Imita la compasión / de Verónica y su manto / si de Cristo el rostro santo / quieres en tu corazón”. Dentro de su sencillez, esta letrilla descubre rutas de interioridad: la com-pasión, es decir, el padecer-con Jesús conduce a apropiarnos de su rostro, de su fisonomía, de su persona. Amando la Cruz y sabiendo acompañar al Señor en su dolorosa pasión, nos iremos conformando -haciendo a la forma- de Jesús.



Agosto 10

Te amo como mi Padre me ama a mí

Después de haber hecho la revelación de su amor por nosotros (Como mi Padre me ama…), Jesús asegura que nos ha dicho estas cosas “para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea colmado” (Jn 15, 11). En efecto, nuestro gozo sería colmado si comprendiéramos que el amor de Dios por cada uno es eterno, incondicional e infinito. Somos “el destino” de Dios, y espera de nosotros la correspondencia a ese amor.