Alma sacerdotal



Oración y alma sacerdotal

El último día de su vida terrena, san Josemaría habló del alma sacerdotal, invitando a tomar conciencia de la participación de todo bautizado en el Sacerdocio de Cristo. Hemos de saber “conectar” el Cielo y la tierra, evitando la tentación del deísmo, que rechaza la Providencia amorosa, un Dios cercano y presente, al que tenemos que hacer visible ante los hombres.



Sentir como Cristo Sacerdote

Un bautizado posee el sacerdocio real pues participa del Sacerdocio de Cristo. Está puesto para mediar entre Dios y la humanidad. Un no bautizado, en cambio, es sujeto pasivo: tiene tan solo capacidad para recibir. En la Cruz, Cristo realiza su sacerdocio; busquemos, pues, sus sentimientos, a través de la meditación de las palabras que pronunció durante su agonía.



La Carta a los Hebreos nos lleva al Alma sacerdotal

La Epístola a los Hebreos anima a los judíos residentes en Palestina convertidos al cristianismo a apreciar la superioridad del sacerdocio de Cristo con los ritos antiguos. Ese sacerdocio es sumo y eterno, y todos los bautizados participamos de él, siendo puentes entre el cielo y la tierra. Como tales, todos estamos llamados a convertir nuestra vida en una continua alabanza a Dios, en una oración y reparación constantes.