Caridad



La fraternidad procede de la caridad

San Pablo, en la carta a los Gálatas, dice que hagamos el bien a todos, pero empezando por los miembros de la Iglesia. La caridad ordenada empieza por casa. Sería extraño que la practicáramos fuera, y no con aquellos con los que diariamente convivimos y notamos más sus defectos. El beato Álvaro nos pedía “derrochar cariño”.


 

Crecer en el querer

A querer también se aprende. No es una ciencia tan sólo humana; se requiere el amor del Corazón de Jesús. ¿He aumentado mi capacidad de querer? San Josemaría recomendaba: “Derrochar cariño”. Quien tiene el corazón grande hace grandes también a los demás.

 

El gran bien de la caridad

El mundo moderno rechaza la noción misma de pecado. Rechaza por consiguiente la revelación del infierno. Pero existe la posibilidad, iniciada ya en la tierra, de apagar de modo absoluto la apertura al amor. En la práctica de las obras de misericordia que nos ofrece la situación personal, familiar y social, encontramos un maravilloso cauce para amar, que nos salvará de caer en el infierno.