Transformación en Cristo



Jesús es mi vocación

En el II Domingo de Cuaresma la liturgia nos presenta en misterio de la Transfiguración del Señor. Jesús, verdadero hombre, aparece ahora en su realidad de Dios. “Dichosos los ojos”. Porque no se trata solo de un conocimiento, sino que de ahí se sigue la unión. Ser Cristo es nuestra vocación.



El Verbo se encarna para divinizarnos

El escenario de la Anunciación del ángel no es, ni con mucho, espectacular. Ni por la población, ni por la habitación, ni por la publicidad. Pero ahí se verifica el giro de la Historia, y se da la mayor muestra del amor de Dios por el hombre. El Verbo se hace hombre para que el hombre se haga Dios. Somos mucho más de lo que parecemos, y en esa conciencia de la filiación divina se ha de basar nuestra existencia.



La forma correcta

“¿Qué espera Jesús de nosotros?”, preguntaron a Benedicto XVI. Dijo: “Que creamos en Él, que nos dejemos conducir por Él, que vivamos con Él. Y que así lleguemos a ser cada vez más semejantes a Él y, de ese modo, lleguemos a ser de la forma correcta”. Esa forma es la de la Humanidad Santísima de Cristo. Si la contemplamos mucho, lo lograremos.