Cruz



La gran reprensión

Fue a san Pedro, incluso más que a los fariseos, a quien Jesús dirigió la más dura reprensión. Lo llamó satanás. Lo hizo por intentar apartar a su Maestro del camino hacia la Cruz. Jesús insiste que no hay otro modo de seguirlo sino negándonos a nosotros mismos y tomando nuestra cruz. Para hacerlo, sacamos nuestra fuerza, como hicieron los santos, de la contemplación de la Pasión.



La Cruz como salvación

La serpiente de bronce que curaba a los judíos es figura de Cristo resucitado. En nuestra situación presente, solo nos salvamos por la Cruz: el que quiera seguirme, que tome cada día su cruz… Santa Teresa habla de ella como “descanso sabroso”, como “vida y consuelo”, como “la bienvenida”. Intentar adquirir también nosotros el sentido profundo de la cruz.



La centralidad de la Cruz

Cuando rechazamos la cruz, nuestra vida declina. En lo personal y en las comunidades. No se trata de adaptarnos al mundo moderno, sino de plantar la cruz de Cristo en todas las actividades humanas. La cruz ahuyenta todos los males, y es lo que nos da eficacia. Una mortificación interesante: la curiosidad.