Espíritu Santo



Espíritu armonizador del caos

En toda reunión eclesial, desde unas semanas de estudio hasta el cónclave que elige al Romano Pontífice, se invoca el auxilio del Espíritu Santo. Porque en realidad nada podemos sin Él: “Nadie puede decir ‘Jesús es el Señor’ sino con el Espíritu Santo” (I Cor 12, 3). Él es el armonizador de nuestro caos, y nos ayudará a despegar hacia las alturas de una vida interior profunda, destrabándonos de aquello que nos hace desordenados.



Creer y amar al Espíritu Santo

¿No tendríamos que acusarnos de nuestra poca fe en el Espíritu Santo? ¿En su ser personal y en su acción santificadora? Porque está incluido en el “paquete” de nuestra santificación, y no como un añadido suplementario sino como algo absolutamente esencial. Meditar el Veni Creator y aprovechar también para orar con la hermosa secuencia que recoge Francisca Javiera del Valle en el Decenario.



Familiaridad con Dios: el don de piedad.

“El Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos inenarrables” (Rom 8, 28). ¿Y qué pide? Que oremos como conviene, haciéndonos participar personalmente en las relaciones que se dan entre el Padre y el Hijo. Lo hace a través del don de piedad, que significa el amor intrafamiliar. Comunica unción y dulzura para todo lo que se refiere a Dios, y lleva a la confianza y al abandono.