Recibir a María en nuestra casa
“Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa”. ¡Qué dicha, poder decir cada uno de los discípulos lo mismo! En toda nuestra casa, en cada facultad y potencia de nuestro interior, debemos recibir a María. Entonces todo queda perfumado, purificado. “Meter a la Virgen en todo y para todo”, recomendaba don Álvaro. Todo aparecerá entonces con los modos de María.
Como María, arder en el fuego del Amor de Dios.
Los sábados son días especiales para María. De Ella aprendemos la lección que más importa: el arder en nuestro corazón la llama de amor viva. Si no, mi vocación a la santidad está en veremos. Como la Pirausta, que sólo vive en el fuego, María está “encielada”, y por eso es la Mujer Nueva en la que todos vemos nuestro sino.