Pobreza



Felices los que se liberan

Jesús quiere que seamos felices. Y nos dio la receta para lograrlo: las ocho bienaventuranzas. Hemos de reconocer que no son tema frecuente de nuestra meditación, a pesar de constituir el mensaje central de Jesús. Pensemos en la primera: los pobres de espíritu, pues de ellos es ya, desde ahora, el reino de los cielos. Esa pobreza va mucho más allá de apegos materiales, incluye las ideas obsesivas, los resentimientos y todas aquellas baratijas que nos abruman.



El verdadero tesoro

Es muy difícil, dice Jesús, que el rico entre en el reino de los Cielos. ¿Por qué? Porque la avaricia y la codicia son idolatrías. Estamos en riesgo, por vivir en una sociedad altamente consumista. Mi tesoro es la fe, es María, es la Eucaristía. Entonces me resguardo del riesgo.



30 de diciembre

Libres para amar

La liturgia de la Palabra del 30 de diciembre nos invita a huir de las esclavitudes, especialmente del dinero. Jesús lo ejemplifica eligiendo la pobreza, tal como vemos estos días en la enseñanza navideña. Él pide la renuncia a todo lo que se posee, pero a cambio nos da su propia Persona, la plenitud de su Amor.