29 de marzo
La alegría es constitutiva del cristianismo
Jesús nos deja como herencia su propia alegría. “Parte integrante de tu camino”, decía san Josemaría. No es, por tanto, separable del cristianismo. El octavo pecado capital es la tristeza: de ella proceden muchos males: el desaliento, el cansancio espiritual, la falta de vibración apostólica. La alegría no es distinta de la caridad, sino un acto o efecto de ella. La alegría proviene del estar enamorado, por encima de las contrariedades o de las propias miserias.