Comunión



Sangre que se nos comunica

El Misterio más profundo de la vida de Jesús es el Misterio Pascual. Acerquémonos a él con temor y temblor. El Cielo y la Tierra se reconcilian en la Sangre de Cristo, que se nos comunica en la recepción de la Sagrada Eucaristía. En la parábola de la vid y los sarmientos está el discurso del vino (cf. Jn 15). Volver al asombro eucarístico: ¡somos consanguíneos de Cristo!



Cuerpo de Cristo: Sálvame.

El deseo de ser almas de Eucaristía se concretará sobre todo en la comunión. Consideremos que es el verdadero Cuerpo del Señor lo que recibimos, el Cuerpo formado del vientre purísimo de María. Nos salva de la muerte, porque nos hace irnos transformando en cuerpo de gloria. Nos salva del pecado, porque en ese Cuerpo se resume todo el misterio de la sacramentalidad. Nos salva de la vida de oración anodina, porque nos pone en contacto con la Santísima Humanidad.



Sanguis Christi

A veces podemos perder de vista que en la forma habitual de recibir la Hostia está también presente toda la Sangre del Señor. Su Sangre tiene, en primer lugar, el efecto purificador (una gota basta para limpiar los crímenes del mundo entero), pero también alegra y por último transforma, como si se tratada de una transfusión. Benedicto XVI habla del “discurso del vino” en la parábola de la vid y los sarmientos.