Vida de oración



Vivir orando

Jesús nos prometió que estaría con nosotros todos los días: también hoy. Y está en lo más profundo de nuestro yo, en una intimidad ontológica, continua y creciente. ¿Cómo lo aprecio, cuánto lo trato, cómo me recojo para hallarlo? Entrar en contacto y mantener el contacto.



Ser alma de oración

Jesús no oraba “para dar ejemplo a sus discípulos”, sino porque en su ser íntimo está en diálogo con su Padre. Y revela cómo debe ser el hombre: debe ser alma de oración. La actitud del corazón abierta hacia el Otro, porque ese Otro nos habita aguardando nuestra comunicación. Hacer de la existencia una oración continua.



Más que de respirar

Los ejemplos de Jesús, que nos revela la sublimidad de nuestra vocación, lo manifiestan orando. Para la vida nueva, el recuerdo de Dios debe ser, según los Padres, más frecuente que de respirar. La oración es una elevatio, una conversatio, una entrega y un grito de lo profundo.