Espíritu Santo



El Espíritu Santo armoniza

El libro de los Hechos de los Apóstoles narra la expansión de la Iglesia a partir de la llegada del Espíritu Santo. Jesús tenía prisa, si pudiéramos hablar así, para enviárnoslo. Sigue actuando, armonizando nuestra vida interior. No es una devoción más, sino el Dios presente que nos santifica. Invocarlo, ansiar su acción: Veni Creator Spiritus, mentes tuorum visita…



Docilidad al Espíritu Santo

Lo bueno saldrá de nuestro corazón por la presencia del Espíritu Santo en él. Invocar al Paráclito, y procurar luego ser dóciles a sus inspiraciones. Vivir en el recogimiento y manifestarnos como amigos de la Cruz son presupuestos indispensables que facilitan la acción del Santificador.



La fuerza de lo alto

Al prometer el envío del Espíritu Santo, Jesús les habló de que tendrían una “fuerza que viene de lo alto”. No olvidemos que la acción del Paráclito es imprescindible para nuestra santificación. Otro modo podría suponer la confianza desordenada en nuestras capacidades, siendo que el plan de santidad nos rebasa. Docilidad, pues, ya que el modo como lleva Dios a cada uno es único.