Septiembre



20 de septiembre

Hambre y sed de amar a Dios

Jesús en el discurso de las bienaventuranzas no distingue entre el cielo y la tierra. Algunas tienen su premio aquí y otras allá. La de hambre y sed de justicia solo se saciará en el Cielo: aquí siempre puede aumentar. Una manera de medir esa hambre y esa sed es nuestro deseo de la Eucaristía.



21 de septiembre


Mateo abre a Jesús su casa

Entre los doce apóstoles había de todo: pescadores, zelotes, un publicano: Mateo. A la primera invitación del Señor, lo sigue y le ofrece un banquete en su casa. Jesús acepta, corriendo el riesgo de las críticas al comer en casa de un publicano y pecador. El Señor aceptará también las invitaciones que le hagamos a nuestra casa interior, pues Él anhela esa recepción. Mantengamos una oración continua, sabiendo que la oración depende del amor.



22 de septiembre

Oír a Dios para obedecerlo

Jesús nos salva ex obedientia et caritate. María pronuncia su y se desencadena la liberación del pecado. María oye al enviado de Dios y abre su corazón. Jesús ora y hace siempre lo que a su Padre le agrada. Nuestra vida es ante todo oír, para ser conducidos a gozar del designio de Dios. Hagamos silencio en nuestro abismo interior y ahí Dios nos hablará de continuo.