Humanidad Santísima



Amar la Humanidad del Señor

San Juan, al inicio de su primera carta, invita a hacer la experiencia de entrar en comunión con ellos para ver, oír y palpar a Cristo. No es una ilusión, sino el más íntimo deseo del mismo Jesús: Él “mendiga un poco de amor mostrándonos sus manos llagadas” (S. Josemaría). Para amarlo necesitamos conocerlo y tratarlo. Quizá una palabra clave sea “empatía”, es decir, la comunión de pensamientos y de afectos con el Redentor.



Vivir con el Resucitado

Necesitamos estar recordando el misterio de la Resurrección porque no nos es evidente la presencia de Cristo vivo. Pero es el núcleo de nuestra fe, y hemos de esforzarnos para que no haya otros amores ni otros intereses al margen de un amor creciente a Jesús. Porque el Amor que Él nos tiene es al final lo único seguro.



El regalo de la Humanidad Santísima

El rechazo a las representaciones artísticas de Dios es improcedente a partir de la Encarnación del Verbo. Nunca alcanzaremos a valorar suficientemente el regalo de un Dios que revela su Amor en Cristo. Gracias a su Humanidad Santísima somos llevados al conocimiento de la divinidad y arrebatados por su amor. Preguntarle muchas veces a Jesús si lo agradamos o no con tal o cual acción.