Gracia santificante



El Reino de Dios crece dentro

“Solo sé que no sé nada”, decía Sócrates. Nuestro conocimiento, aun en el orden natural, es limitadísimo. ¡Cuánto más lo será en el orden sobrenatural! En la parábola del grano que un hombre siembra, Jesús dice que la semilla brotará “sin que él sepa cómo” (Mt 4, 26). Es el reino de Dios, que se desarrolla en lo hondo del alma. Y desde ahí brotan las virtudes, y adquiere valor cuanto hacemos.



El valor de la gracia santificante

María, en gracia concebida. De ahí, de ese vientre purísimo, puede Dios continuar su plan salvador; la Encarnación del Verbo en unas entrañas dignas de recibirlo. Nosotros tenemos también la gracia santificante, con la que Dios lleva a efecto nuestra salvación y la del mundo. Valorémosla: un solo grado de gracia vale más que todas las obras físicas. Aumentamos en ella por la recepción fructuosa de los sacramentos, por la oración unitiva y por las buenas obras, especialmente las obras de penitencia.



Jesús es mi fuerza

Dios está empeñado en recordar al hombre que todo depende de Él. Cuidar para que no aparezca su divinidad como intrascendente, tal como vemos que sucede en el mundo de hoy. El pelagianismo de los piadosos es una apostasía de la esperanza y del amor, y también de la fe.