De huesos secos a moción del Espíritu Santo
En la visión del profeta Ezequiel (cap. 37) encontramos toda una pedagogía de la acción de Dios que va dando vida a los huesos secos. Si no existe esa vivificación, aunque se junte a los huesos la carne y los nervios, aquello sigue inerte. Por encima de la vida natural, Dios nos comunica una vivificación superior, la del Espíritu Santo. Somos y actuamos como seres divinizados, transformados por esa elevación que en esta tierra apenas intuimos.