Filiación divina



Hijos de Dios movidos por el Espíritu

“Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios” (Rom 8, 14). Continúa el Apóstol explicando que ese Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio que somos hijos de Dios. Si consideramos frecuentemente la dichosísima verdad de la filiación divina nos ubicaremos en nuestro ser verdadero. Pero es preciso ser dóciles a las mociones del Espíritu Santo, para que esa nueva naturaleza divina se manifieste en obras también divinas.



Magno proyecto

En el evangelio del viernes de la semana XXVIII del tiempo ordinario Jesús nos revela que Dios tiene en cuenta hasta los cabellos de nuestra cabeza, y que a sus ojos valemos más que todos los pajarillos. Corolario de la gozosa verdad de nuestra filiación divina, que nos lleva a ser uno en Cristo.



Sabernos hijos de Dios

Verdad que nos rebasa: nuestra filiación real con Dios. Somos partícipes de la naturaleza divina, por la vida de Cristo que se nos infunde en el Bautismo. Encontramos acentos de admiración y agradecimiento en las reflexiones teológicas que aparecen en las cartas de san Juan, de san Pablo y de san Pedro. Agradecer al Padre celestial tan inmenso don, y vivir envueltos en la seguridad de su Amor paterno.