Filiación divina



Lo esencial es la nueva vida

A Nicodemo le revela Jesús el centro de su mensaje: la nueva vida que nos llega por al agua y el Espíritu Santo. Nos constituye realmente en creaturas nuevas, en hijos de Dios. Sin embargo, el arraigo y la conciencia de la filiación divina es un proceso creciente, que nos hace alegres y confiados en el amor del Padre.



Agradece la filiación

Bendeciré al Señor eternamente; no cesará mi boca de alabarlo (Salmo 33). Si los antiguos tenían sobrados motivos para alabar a Dios, pensemos nosotros cuánto más después de la redención de Cristo y la comunicación de la vida divina en nuestras almas. Agradecer y vivir el sentido de la filiación divina es una manera de alabar y bendecir a Dios por sus grandezas.



¿Qué eres?: Soy hijo de Dios

Si te preguntan, ¿quién eres?, podrás responder con toda facilidad, a menos que tengas amnesia o deseos de ocultar tu nombre. Pero si la pregunta es ¿qué eres?, empezamos con dificultades. Quizá habrá quien diga: ‘soy un ser humano’, o diga ‘son arquitecto’. Pero en realidad tendríamos que contestar: “Soy hijo de Dios”. Eso es lo determinante, y con esa conciencia encontramos apoyo firme en toda circunstancia.