Orar es oír



Dichosos los ojos

Jesús se enfada con sus apóstoles porque confunden la levadura de los fariseos y de Herodes con el pan material. Pidámosle que nos evite el embotamiento de nuestra mente, y podamos ver sus señales y oír sus verdades. Consejos de san Efrén el Sirio para desentrañar el sentido de la Escritura. Entonces podremos oír estas otras palabras del Señor: “Dichosos sus ojos porque ven y lo ven y oyen lo que oyen”



Lo que oyes escríbelo

Jesús se compadece de las multitudes que están como oveja sin pastor, y se pone a enseñarles muchas cosas. Sigue siempre hablando, como Verbo de Dios que es. ¿Sé oírlo? ¿Me percato de ser yo también, a pesar de mi indignidad, su interlocutor? ¿Escribo el contenido de mis comunicaciones con Él? Haciéndolo, tendré una gran riqueza para mi oración.



Oír la conciencia

Jesús se muestra del todo accesible a la petición del centurión romano: pensemos que así lo es también con nosotros, perfectamente accesible. Y busquemos serlo también para con Él, abriéndole patentemente nuestro corazón, porque Él se comunica en nuestra conciencia. El Catecismo de la Iglesia Católica nos explica el modo como Dios se nos revela ahí.