Orar es oír



Para escuchar a Dios

El hombre tiene en su interior un rescoldo, una brasa pequeña, encendida con un fuego. El fuego de lo divino. Es menester estar pendientes para avivar ese fuego, retirándole las cenizas que muchas veces lo cubren. Oír en la conciencia, oír en la Palabra de Jesús en los Evangelios, oír en las circunstancias de la vida. En el salmo 80 Yahvé suplica a su pueblo que lo escuche.



6 de agosto

Oír al Hijo de Dios

En la fiesta de la Transfiguración del Señor oímos la voz del Padre celestial que nos pide oír a su Hijo: “Escúchalo, escúchalo…”. Sólo en Cristo encontramos la senda que nos conduce al Padre. Dejarnos interpelar y moldear por esa palabra de Jesús.



Saber oír a Dios

El sucesor de Pilato, Félix, oía con gusto a san Pablo, hasta que este habló “del juicio venidero”. Desde entonces, se negó a volver a oír nada del Apóstol. Y es que no nos resulta grato ver nuestro interior, pero hemos de hacerlo con deseo de agotar la verdad. Solo así podremos presentarnos sin sorpresas al juicio de Dios.