Humanidad Santísima



Ver y oír a Jesús

Se puede tener ojos y no ver, tener oídos y no oír. Pero nosotros somos dichosos porque podemos hacerlo. A eso vamos a la oración: a verlo a Él, a oírlo a Él. Podemos no orar comunitariamente, y eso no será definitivo. Pero no podemos relegar lo insustituible, lo más propio de cada uno: el ser yo ante Él; que Él sea Él ante mí.



La Santísima Humanidad de Cristo es real

Una herejía de la antigüedad, el docetismo, negaba a Cristo la verdad de su humanidad. ¿No estaremos influidos por ella? Porque en ocasiones no aprovechamos esa Humanidad para que nos traslade a la divinidad. Hacer que nuestro amor a Jesús sea, además de "agápe" (amor racional, espiritual), sea también trato que nos lleve a meternos en su Corazón, conocer sus sentimientos (amor sensible).



Contempla las llagas de Cristo

Miren mis manos y mis pies… es la tarjeta de identidad de Jesús. Los asombrados apóstoles ven esas manos y esos pies perforados por las llagas. Una llaga no es igual que una herida; esta se cierra, cicatriza y tiempo después, desaparece. La llaga permaneces abierta. Así ha querido Jesús permanecer por toda la eternidad. Nos invita a un modo místico de oración en el que abandonemos lo extrínseco y formal, por el trato contemplativo y de contacto.