Inmaculada



Inmaculada: valorar la gracia y el amor a Dios

En 1858 la Santísima virgen se apareció a santa Bernadette y le reveló su nombre, la Inmaculada Concepción. Manifestaba así su agrado ante la definición de ese dogma, cuatro años antes. Como Ella, nosotros queremos valorar la gracia que Dios nos ha donado. La gracia es la divinización, la vida de Cristo en nosotros. Crecer en gracia es crecer en amor.



Amor hermoso

Invocamos a María con un bello título: Madre del Amor hermoso. Que nos ilusione pensar que nosotros podremos también alcanzarlo: el amor no egoísta, no interesado, no contaminado. El Amor que procede del Espíritu de Dios, que va limpiando la fuente corrompida de donde brotan pensamientos, afectos y decisiones perversas.



Como el amor de la Inmaculada

Con la Concepción Inmaculada de María comienza la historia de un amor como no ha habido ni habrá sobre la tierra. Esa historia ha de ser cifra e imagen de la nuestra. Para nosotros, como para María, en Jesús ha de situarse el fin de nuestras intenciones, el objeto de nuestros afectos, el motivo de nuestra palabra y el modelo de nuestras acciones.