Caridad



Me sé amado y amo

El Señor nos manifiesta su amor de manera máxima en el misterio Pascual. El pórtico es el lavatorio de los pies, para continuar con la institución de la Eucaristía y llegar al fin a la entrega de su Cuerpo en la cruz. Si Él me ama así, estoy capacitado, con ese amor, para amar a los demás como me ama a mí.



Exigencias de la caridad

La enseñanza moral de Jesús es incomparable respecto a la de otros maestros de la humanidad. Plantea una moral de máximos que pide amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos persiguen. Y dar sin esperar recompensa. En el lavatorio de los pies se encuentra el resumen de la vida del Señor, como preámbulo de su donación en la Eucaristía y en la Cruz.



De la caridad a la fraternidad

La parábola del Buen Samaritano nos habla de la universalidad de la caridad: todo aquel que se vea requerido de auxilio es candidato para ser ayudado. Pero, al decir de san Pablo, “hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe” (Gal 6, 10). La caridad bien entendida empieza por los hermanos, en múltiples detalles: desde el saludo, la hospitalidad, el servicio o la oración de unos por otros.