Amor a Dios



Con amor eterno te amé

El profeta Jeremías pone en labios de Yahvé una hermosa revelación: “Con amor eterno te amé, por eso he reservado gracias para ti” (31, 2). Aunque nosotros hayamos comenzado a amarlo en el tiempo, Dios nos ama antes de la Creación. Y nos lo sigue manifestando de mil modos, uno básico: el de mantenernos en el ser, impidiendo que volvamos a la nada, de la que salimos. Dentro de sus incontables manifestaciones de amor, pensemos en el regalo de nuestro ángel de la guarda y en el amor que nos tienen los santos.



Tengo el Amor de Dios para amar al prójimo

“La esperanza no falla, porque el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom. 5, 5). Una revelación impresionante: tu corazón no da para amar como Dios nos pide, pero teniendo el Espíritu Santo, podemos amar como amó Jesús. El lavatorio de los pies es preludio de la entrega total en la Eucaristía y en el Calvario. Nos va a mover el Amor de Dios para que seamos capaces de la entrega total a Dios y al prójimo.



Enamorarse es la clave

Los misterios de luz del Santo Rosario nos iluminan. El 4º, la Transfiguración, es el “icono de la contemplación cristiana”, en frase de san Juan Pablo II. Subir a un monte alto, ascender sobre la horizontalidad, dejar abajo lo terreno y fijar los ojos en el Rostro de Cristo, para descubrir su misterio. Ese acto de fe lleva al amor al Señor, única razón de nuestra vida: se trata de vivir enamorados.