Amor a Dios



Enamorarse es la clave

Los misterios de luz del Santo Rosario nos iluminan. El 4º, la Transfiguración, es el “icono de la contemplación cristiana”, en frase de san Juan Pablo II. Subir a un monte alto, ascender sobre la horizontalidad, dejar abajo lo terreno y fijar los ojos en el Rostro de Cristo, para descubrir su misterio. Ese acto de fe lleva al amor al Señor, única razón de nuestra vida: se trata de vivir enamorados.



Así como el Padre me ama

Palabras sorprendentes de Jesús: como el Padre me ama, así los he amado Yo. Y luego nos pide que permanezcamos en su amor. Es la única lengua que se habla en el Cielo, y la única pregunta que nos harán para entrar en él. Amor con amor se paga. Reclama correspondencia. Y reclama también continuo crecimiento; de ahí el peligro de la rutina. Amar con el Corazón de María.



Que Dios sea amado

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos será saciados. Bienaventuranza que solo se colmará en la eternidad, porque esa hambre y esa sed debe ser siempre creciente en la tierra. ¿Y cuál es la primera justicia? La de que Dios sea amado. ¿Nos duele que no lo sea? ¿Y la segunda justicia? Nuestra hambre y sed de santidad.