Santidad



Retoma el propósito de la santidad

Idea madre: Dios nos creó con el fin de que fuéramos santos. No es una presunción, ni una quimera; es su proyecto original, vuelto a formular en Cristo. Convencernos de que es nuestra única opción, y que su desenvolvimiento depende ante todo de los encuentros de amor que logremos en las normas de piedad. Revisar si “sorprendemos” cada día al Señor y a María con inventos de cariño.



Hambre y sed de santidad

Son pocos los que sospechan qué cosas no haría Dios en ellos si no le pusieran obstáculo. Porque la santidad es ante todo el recibir y cuidar la semilla que Dios siembra en nuestra alma. Tomarnos en serio esta “especialidad” de la Obra: difundir y promover la búsqueda de la santidad. Pero como nadie da lo que no tiene, comencemos por nuestra propia alma.



Solo Dios es santo

“Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación”, señala san Pablo en la carta a los tesalonicenses. Este es el proyecto de Dios pero, ¿qué es la santidad? No consiste en ser tan solo bueno, o fuerte, o sabio: es entrar en lo no-terrenal, es decir, en lo propio de Dios; insertarse en su Ser y en su Amor. O, en palabras equivalentes, amarlo para que se produzca la unión que nos diviniza.