Cree, confía, ama.
En casa de Simón el leproso, la mujer pecadora (¿María Magdalena?) colma de atenciones a Jesús. Recibe de Él un maravilloso elogio: “Ha amado mucho”. Tenemos la oportunidad de demostrarle lo mismo en su Presencia Eucarística, postrándonos largos ratos hasta escuchar su palabra y sentir los latidos de su Corazón.
Hacer amar la Eucaristía
Testimonio de santa Teresa de Calcuta: luego de establecer en su congregación una hora de adoración eucarística, el amor a Jesús se volvió más íntimo, la fraternidad más comprensiva y se duplicó el número de vocaciones. Es lógico: estando ahí el Autor de toda gracia, de ahí fluyen los bienes a la Iglesia. Que de todos sea amado, Jesús sacramentado.