Recogimiento: escóndete en lo escondido.
Todos los gestos de Jesús son salvíficos. Y Él se retiraba con frecuencia a orar. El Padre lo llamaba a través del Espíritu para que entrara en comunicación con Él. Deseamos que la oración llegue a ser en nosotros algo connatural. El don de la palabra viene de Dios que nos habla y espera de nosotros la palabra de respuesta. Lo más difícil de la oración es el recogimiento; conseguido éste, estamos orando.
Casa de oración
Jesús expulsó a los mercaderes del Templo diciendo “Está escrito: mi casa es casa de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones” (Lc 19, 45-48). Esa casa es nuestro propio corazón, templo y morada de Dios. Existe para acogerlo, y agradarlo en ese espacio interior. Para tener esa conciencia necesitamos la purificación, la liberación de los “ladrones” que muchas veces lo ocupan.