Vida de oración



Continuo diálogo

Antes que con palabras, Jesús nos enseña con su ejemplo. “Se levantaba muy de mañana, cuando aún estaba oscuro, yéndose a lugares solitarios para orar”. Nuestra grandeza es ser interlocutores de Dios. Pero tenemos un riesgo casi imperceptible: el miedo al vacío, que buscamos llenar con imágenes y sonidos. El reto durará toda la vida.



Haz de tu vida una continua oración

“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10). Asombrosas palabras, que se experimentan cuando oramos. Lo recuerda el Catecismo, y nos dice también que la oración es la vida del corazón nuevo. Debemos orar en todo momento, acordarnos de Dios más a menudo que de respirar. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él.



Valora el Padrenuestro

En la oración del Padrenuestro, Jesús nos enseña a orar. Resalta nuestra condición de hijos de Dios, invitándonos a orar con la sencillez de los niños al Padre celestial. Recuperemos esta oración, sabiendo que Jesús la compuso para nosotros, que el Padre celestial la escucha complacido, y que el Espíritu Santo golpea nuestro corazón en estas palabras inspiradas.